Por Cristina Torres Luzón

Ilustración por Ilustre Mario

Vivimos en una sociedad que prioriza cada vez más la atención al plano físico, ya sea desde el punto de vista estético o fisiológico; sin embargo, el campo de la psicología y el área emocional, a pesar del auge que tienen determinadas corrientes como la inteligencia emocional, el yoga o la meditación, siguen siendo aspectos poco atendidos.

Quizás no somos conscientes del fuerte peso que ejerce en nuestro organismo el plano emocional; o tal vez sigamos siendo presos del estigma que ha tenido la salud mental en nuestro país, donde el psicólogo y el psiquiatra han sido figuras relegadas para las enfermedades mentales en vez de ser recursos de prevención y promoción de la salud con los que poder abarcar los malestares emocionales. Sin embargo, tratar enfermedades mentales como la depresión siempre es más dificultoso y lento que tratar los inicios de la tristeza.

Poco a poco los estudios científicos concluyen que las emociones positivas y las fortalezas (entendidas estas como formas de comportarse, de pensar y de sentir que permiten generar una armonización del organismo) contribuyen a reducir la tasa de recaídas, aumentan la tasa de remisión de muchos síntomas y producen niveles notables de bienestar en las personas.

Palabras como lo siento, te quiero y gracias, que fueron popularizadas hace un tiempo por Dani Rovira, albergan una gran sabiduría; incorporarlas en nuestro día a día contribuye a mejorar nuestra calidad de vida.

La evidencia muestra que practicar la gratitud, el optimismo y el perdón repercute de forma saludable en nosotros. En un estudio realizado por Ana R. Ortega y su equipo de la Universidad de Jaén, basado en la psicología positiva y publicado en la revista European Journal of Investigation in Health, Psychology and Education de 2015, se comprobó cómo la gratitud, el perdón y el optimismo incrementaban el bienestar.

Los nuevos modelos de atención médica apuestan por un enfoque centrado en la autonomía de los pacientes, que facilite su empoderamiento frente a las adversidades, dejando atrás el antiguo modelo médico limitado a la enfermedad y la dependencia del paciente. De este modo, la psicología positiva y la autoaceptación se convierten en nuestros aliados y son herramientas imprescindibles con las que gestionar nuestra salud.

La felicidad no es algo que se pueda comprar y sí algo que se puede cosechar y recoger a través de pequeños cambios de enfoque. Modificar nuestras expectativas y aprender a valorar los acontecimientos que nos toca vivir desde otros puntos de vista, con otra mirada, nos puede ayudar a ver nuestra realidad como un vaso medio lleno y no medio vacío.

Mirar qué pasa en nuestro día a día desde dentro, asumiendo nuestra parte de responsabilidad en vez de renegar y culpar de todo al exterior, implica convertirnos en los capitanes de nuestro camino y no en sus esclavos. Tomar el timón, buscando la parte positiva, la enseñanza de cada situación y el valor de equivocarse para aprender son el mejor rumbo para nuestra trayectoria vital.

Todas las personas irradiamos energía. ¿Quién no se ha venido arriba y se ha animado después de conversar con alguien alegre y optimista? O, por el contrario, ¿quién no ha salido agotado tras una conversación con alguien pesimista que no para de quejarse por todo?

Las personas tenemos el poder y la capacidad de cambiar los estados de ánimo en base a las influencias que recibimos de nuestro entorno. Saber elegir de qué influenciarse positivamente es invertir en salud.

Todos somos influencers, no en el aspecto de tener un impacto en las redes sociales, sino de ser personas capaces de generar un efecto en el otro. Por ello te pregunto ¿y tú qué efecto quieres producir?, y, sobre todo, ¿cuál es el que estás produciendo?