por Ibón S. Rosales

A última hora de la tarde, ya demasiado tarde, llegamos al mercado de Sukupira, un edificio no muy alto con forma cilíndrica que alberga un completo laberinto de puestos ordenados y atendidos por varias personas. Ropa, artesanía, zapatería, comida, enseres de aseo, materiales de todo tipo…

Llegamos demasiado tarde porque en muchos de los pequeños y arrejuntados locales ya recogen los bártulos mientras charlan, sin tampoco meterle demasiada prisa. Aún hay gente rondando los puestos. Nos da tiempo a echar un ojo en una pequeña tienda del mercado; tienen todo tipo de coloridas sandalias, nunca había visto unas igual. La pareja de caboverdianos que la regenta ya estaba cerrando, pero al ver nuestro interés deciden dejar la puerta abierta. Con simpatía y esmero empiezan a sacar tallas grandes para esta europea larguirucha. Me llevo unas preciosas, por 25 euros.

Sukupira confirma ser el centro de vida de Praia. Hay gente por todos lados, niñas y mayores. El cambio de monedas, de escudos a euros, se hace en la calle. Igual que todos los negocios. Con una silla y una pequeña toalla atienden al personal las artesanas de joyas, también hay mujeres trenzando cabellos por unos cuantos escudos. Todo alrededor del mercado rebosa vida. Hay chiquillos por todos lados correteando con pelotas o haciendo juegos de manos.

La sensación de comunidad ha sido una constante en esta visita a Cabo Verde. Huele y sabe a África en todos sus recovecos. En Sukupira se nota el trasiego comunitario y de negocios. El sol cae sin remedio y si no conoces a nadie que te guíe, es preferible agarrar un taxi, que te lleva y te trae por unos pocos escudos.

Llevo el iPhone encima para sacar fotos. Sigue desconectado, la experiencia del modo avión me va enganchando. Estoy en paz, este lugar no se permite transmitir otra cosa que no sea luz. Estoy en paz, viendo, sintiendo y amando Praia con ganas. El trabajo y la vida conocida quedaron en Gran Canaria estos días.

Llegamos al hotel y lo cierto es que es otro mundo. Tener como el hogar que espera nuestro regreso el Vip Praia es un verdadero lujo. Sus instalaciones, con piscina, jacuzzi, salón comedor y terraza chill out…, se alejan de la realidad básica para ofrecer a sus clientes una calidad inmejorable. Pero sin duda, sin ninguna duda, lo más agradable es el trato de su personal. Empleados y empleadas se empeñan en atenderte con los mayores esmeros y siempre muestran disponibilidad para ofrecerte ayuda. Creo que es un lugar ideal para dejarse mimar unos días. La comida es buena y variada y en el shopping center de al lado hay un gimnasio siempre concurrido. Para gente con algo más de poder adquisitivo, que no se anime a entrenar en la playa, con los aparatos instalados de uso público.

Praia apenas se ha dejado ver el primer día. La aventura ya ha comenzado, pero esta visita guarda muchos secretos y vivencias que pienso contarte para animarte a venir porque, de verdad, esto es mágico. Toda persona que visite Cidade Velha debería conocer a Juan Calandra y el arroz caldoso de sus trabajadoras caboverdianas; él estará allí, esperándolos. Pero de eso hablaremos más adelante.