Por Soraya Cano y Álex Rosa

Fotografías por Álex Rosa

Apenas a una hora de vuelo, la capital de Madeira nos ofrece una panoplia de opciones para disfrutar de una urbe bulliciosa y bohemia, una rica gastronomía, museos y, ya en la parte alta de la ciudad, exuberantes jardines botánicos. Es el destino perfecto para el que quiera perderse en estrechas callejuelas repletas de arte, restaurantes de pescado fresco, fado, puestos callejeros de fruta, terrazas o simplemente caminar por la avenida paralela al mar y su impresionante marina.

La mejor opción para conocerla es alojarse en uno de los hoteles en el barrio de Sé (catedral, en portugués), ya que podremos ir a pie a todos los puntos interesantes de Funchal. Para una mejor planificación de la visita, la dividiremos en tres áreas bien acotadas: Sé, Zona Velha y Monte.

A través de los adoquinados suelos que la recorren nos sumergimos en la parte más noble de la ciudad, la que abraza la catedral. Este edificio finalizado en 1516 sorprende por sus espectaculares techos mozárabes de madera de cedro de la isla; a pocos metros de él se encuentran las bodegas-museo de la productora de vinos más antigua e importante de Madeira: Blandy’s. Aquí, y más allá del disfrute del propio edificio, existen rutas guiadas donde se explica el curioso proceso de elaboración del vino de Madeira, que concluyen con una cata de sus vinos más tradicionales.

A pocos minutos, y si somos un poco curiosos, existen dos museos de muy recomendada visita. El primero es el de Historia Natural de Funchal, con vitrinas atestadas de piezas de animales disecados y un pequeño acuario con especies propias de las costas de la isla. El segundo es el Museo de Arte Sacra. En su interior podemos ver desde el tesoro de la catedral y su impresionante cruz procesional de oro macizo hasta una dilatada colección de pinturas flamencas de los siglos XVI al XVIII.

Para concluir la visita nos espera el Golden Gate-Grand Café con su ambiente clásico, delicioso café y elaborada pastelería. Desde aquí, un paseo por la larga Avenida do Mar, con su puerto deportivo, siempre rebosante de embarcaciones, tiendas y puestos especializados en actividades marítimas.

Un último apunte: la primera semana de septiembre Funchal celebra su tradicional feria del vino y Sé cuenta con casetas de degustaciones y catas y espacios para la música y el ocio repartidos por todas sus calles. Muy recomendable.

MONTE

Al ser la zona más alta de Funchal, y aunque es posible tomar guagua o taxi, para llegar a Monte lo más recomendable es utilizar el teleférico que parte desde el centro de la ciudad y disfrutar de las vistas que nos proporcionan sus acristaladas cabinas. Antes de subir no olvides visitar el mercadillo de artesanía en la misma estación del teleférico, hay productos realmente curiosos.

Ya en Monte, su Jardín Botánico nos recibe con un aroma espectacular, 35.000 metros cuadrados de extensión y más de 2.000 especies de plantas endémicas exóticas y de la isla. Aunque es público desde 1960, fue propiedad de la familia Reid a comienzos del siglo XIX y llamado jardines de la Quinta do Bom Sucesso. A pocos minutos de aquí y atravesando pequeños senderos de flores se encuentra la iglesia de Nostra Senhora do Monte, patrona de la isla. Quizá sea el lugar más destacado porque en su capilla se guardan los restos de Carlos I de Habsburgo (aquí pasó sus últimos años tras ser exiliado); hasta allí llegaremos si nos atrevemos a subir la inmensa y empinada escalera por la que se accede.

Justo en la calle anexa a la iglesia disfrutaremos de la experiencia de los carreiros. Estos hombres, ataviados con la ropa típica blanca y el sombrero de paja clásico, dirigen carros de madera montados en una suerte de esquíes que deslizan cuesta abajo durante unos dos kilómetros para el disfrute de los turistas. Homenajean así al modo de transporte habitual desde lo alto de Funchal a la costa a mediados del siglo XIX. Si tienes ganas de diversión, no dudes en contratar uno de ellos: no defrauda.

ZONA VELHA

Aquí destaca el Forte de São Tiago, uno de los tres fuertes que todavía se conservan en Funchal. Data del siglo XVII y fue bastión de defensa contra ataques de barcos piratas. En su interior alberga el Museo de Arte Contemporáneo, que muestra una interesante colección de obras de artistas portugueses de los años 60 del siglo pasado. Desde el fuerte se atisba la bahía en todo su esplendor y, si queremos, podemos acceder por un pequeño caminito a la playa de piedras que lo bordea.

Nada mejor que tomar un bolo de caco, el pan típico de Madeira, en alguno de los puestos del Mercado dos Lavradores, donde por un precio muy económico podemos degustarlo con múltiples tipos de rellenos. La entrada de este bullicioso y colorido lugar está decorada con murales de azulejos típicos. Tres plantas separan las zonas de frutería, pescadería y flores y plantas, donde atienden simpáticas comerciantes ataviadas con el traje típico madeirense.

Al acabar la visita y probablemente cargados de bolsas llenas de fruta, atravesamos la Rua de Santa María, que en los últimos años se ha convertido en foco artístico y bohemio de Funchal. Suelos empedrados, casas de puertas decoradas con variopintos dibujos y pinturas, talleres y galerías de arte conforman un núcleo intelectual, divertido y fresco. Además, al final de esta arteria de la ciudad está su residencia universitaria, con lo que el ambiente está asegurado. Aquí está también la mayor oferta gastronómica, con restaurantes donde comer por muy buen precio menús que en muchos de los casos ofrecen el plato estrella de Funchal: el pez espada. Por la noche, algunos de estos locales acompañan las cenas con conciertos de fado o espectáculos culturales.