Por Galo Martín

Fotografías por Daniel Martorell

En una franja de territorio muy cerca de la costa, con una altitud que no supera los cien metros y comprendida entre el Lajido da Criação Velha y el de Santa Luzia, se concentran miles de pequeños currais de viña. Corrales que delatan la tradición y el empeño por el cultivo de la vid. Precisamente aquí, en la isla de Pico, un lugar aislado en medio del océano, en el que la tierra es pobre y está requemada; donde subsistir es una hazaña.

Desde el siglo XV, con mucho esfuerzo e ingenio, los habitantes de esta isla negra cultivan vides e higueras en rocas volcánicas dentro de unos corrales denominados currais. De las parras plantadas en este singular terruño crecen uvas que dan un vino fresco, mineralizado y salino. En 2004 la Unesco declaró Patrimonio de la Humanidad ochocientas hectáreas de estos viñedos enrejados y cultivados sobre campos de lava.

Los doscientos cincuenta mil litros anuales de vino con Denominación de Origen Protegida (Pico) son una proeza y una cabezonería de esos isleños que hacen las veces de ingenieros, artesanos y agricultores, para así convertir ese basalto que escupió el volcán Pico (2.351 metros) y cubrió la superficie en un suelo fértil. Tan bien lo hicieron que hubo un tiempo en el que Pico era conocida como “la madre del vino”. Dicha bebida fermentada fue el motor económico de la isla hasta mediados del siglo XIX. Hasta que apareció una plaga de filoxeras que echó a perder la cosecha y empujó a muchos lugareños a emigrar a Estados Unidos. Aquella fuga hizo que las viñas quedasen desatendidas y abandonadas. Lo que no pudieron hacer la lava, el sol, el viento, el salitre y el rocío del mar lo hizo un insecto.

El material de construcción de estos muros es la piedra. Las mismas manos que levantan los currais son las que después realizan la vendimia, trabajo manual que comienza en junio, cuando llegan los vendimiadores de afuera (de otras islas de Azores, de Cabo Verde y de Brasil), y termina en septiembre, cuando se cortan los racimos de uva en jornadas de 11 a 20 horas.

Los muros, como decíamos, los levanta el propio agricultor, con su sudor e imaginación. Él selecciona y coge del suelo las piedras y las coloca unas encima de otras. Están encajadas de tal manera que en caso de que la tierra se mueva la estructura lo haga con ella. Recuerden que también decíamos que eran ingenieros…

Cada corral tiene una superficie de entre nueve y doce metros cuadrados, en los que se plantan cuatro o cinco parras. De altura no superan el metro y medio: si lo hicieran, los rayos del sol no alcanzarían la uva, que se pudriría; y si fueran más bajos, maduraría antes y se malograría la cosecha. La piedra negra que las protege (también del viento y del mar) durante el día absorbe el calor y por la noche lo desprende, lo que explica la riqueza en azúcares del mosto.

En cuanto a su forma, los currais cuadrados o rectangulares son los que albergan la vid, mientras que los semicirculares son los que acogen la higuera. En estos últimos hay más espacio entre las piedras para dejar correr el aire y que así los frutos no se pierdan. De los higos fermentados se extrae un tipo de aguardiente que se añade al mosto para darle mayor graduación, cuerpo y sabor al vino.

Los vinos de Pico se exportan en cantidades reducidas a varios países de Europa, Japón, Angola y Estados Unidos, y la actividad ya se hizo antes, como así lo testimonian las rilheiras, huellas de las ruedas de los carros tirados por bueyes en la lava. En ellos se transportaban las pipas de vino hasta unas rampas hechas en la roca (rolas pipas) que facilitaban la descarga en los barcos. La operación se hacía por la noche, aprovechando la marea alta y clandestinamente, para evitar el pago de los aranceles.

Lo que sí podemos contemplar hoy desde el molino de Frades (en Criação Velha) es la malla de corrales de viña y entender lo que hizo el hombre en este lugar: cambiar las piedras de sitio para convertir la aridez en vida.

Para saber más

-La isla de Pico es una de las nuevas que conforman el archipiélago de Azores. Lo más habitual es llegar a Pico en barco procedentes de la vecina isla de Faial, en una travesía que no llega a una hora.

-En el Lajido de Santa Luzia, el Centro de Interpretación del Paisaje Cultura de la Viña de la Isla de Pico cuenta con un museo que exhibe objetos e información relacionada con la cultura del vino.

-La Cooperativa Vitivinícola de la Isla de Pico (www.picowines.net) organiza recorridos por las viñas y catas para degustar sus vinos.