Por Juan José Ramos Melo @JuanjoRamosECo

Cuando viajas a lo largo de la carretera que une Laayouen con Agadir, a algo más de una hora de Tarfaya hay un lugar donde la vista sobre el desierto se rompe por la presencia de una gigantesca laguna costera. Un lugar único donde confluyen las arenas del Sáhara con el océano Atlántico, un auténtico paraíso para las más de 25.000 aves migratorias que llegan cada invierno desde el lejano norte.

Navegar en sus aguas a bordo de una barca de pescadores tradicionales te permitirá ver de cerca centenares de flamencos, espátulas, cormoranes, charranes y miles de limícolas. En su interior las explotaciones salineras enrojecen el paisaje, dándole un aspecto aún más espectacular.

Hassan es uno de esos viejos pescadores. Al navegar por la laguna nos habla con añoranza de épocas pasadas, épocas mucho más abundantes, en las que los barcos regresaban llenos de peces y los esquivos chacales merodeaban por la playa en busca de algo que echar a la boca. A pesar de ello, la antigua laguna de Naila, hoy Khinniffis, sigue siendo un lugar que no te deja indiferente.