Por Carlos Fuentes

Un marinero escocés que terminó ahorcado por piratería en Londres. Un carguero fantasma que desapareció en medio del Atlántico con quince hombres a bordo y una valiosa mercancía de madera de Finlandia. Y un contenedor lleno de órganos y sintetizadores que ayudaron a modernizar las músicas populares de Cabo Verde, son algunas de las historias que flotan en las aguas del Archipiélago.

Un paseo por las historias que llevó el mar a Cabo Verde arranca con un personaje de leyenda. William Kidd fue un marino escocés famoso en el siglo XVII por sus aventuras en el Atlántico y el Índico. Todavía hoy, sus defensores cuestionan que fuera un pirata al uso y reivindican que Kidd navegó siempre bajo patente de corso del rey de Inglaterra. Leyenda aparte, el capitán acabó mal: el 23 de mayo de 1701 fue ahorcado en Londres, donde su cuerpo estuvo tres años colgado en la calle para, se supone, escarmiento de imitadores.

Como buen hombre de mar, el capitán Kidd dejó atrás una leyenda en forma de tesoro y hay teorías que dicen que la Isla del esqueleto, allí donde el marino dijo haber escondido su botín, es en realidad la isla caboverdiana de Maio. Y que Monte Penoso, su pico más alto, es una señal secreta hacia el tesoro. La realidad, no obstante, es más tozuda: en 2015 un equipo de arqueólogos encontró un lingote de 50 kilos de plata en Madagascar, a diez mil kilómetros de Cabo Verde, que se supone que formó parte de tesoro de Kidd.

Madera de secuestro

Más reciente es el confuso episodio protagonizado en el verano de 2009 por el carguero Arctic Sea, un barco que navegaba con bandera de Malta y que en viaje entre los puertos de Jakobstad (Finlandia) y Bugía (Argelia) estuvo dos semanas desaparecido en medio del Atlántico. A bordo viajaban quince tripulantes de nacionalidad rusa y una valiosa carga de madera valorada en 1,3 millones de euros. En la única conversación por radio que logró mantener la tripulación, primero se apuntó a un secuestro de piratas en aguas de Suecia. Sin embargo, después de la localización del carguero por una fragata militar rusa cuando el Arctic Sea navegaba a la deriva a 300 kilómetros de Cabo Verde, se sospechó que el barco, en realidad traficaba con armas ilegales con destino final a Siria o Irán.

Cargados de música

No siempre el mar trajo historias tristes a Cabo Verde. El capítulo que cierra esta trilogía de historias marineras ocurrió en un día no determinado de marzo de 1968. Ese mes, un carguero repleto de sintetizadores y órganos eléctricos partió del puerto norteamericano de Baltimore hacia el de Río de Janeiro, donde las marcas fabricantes Hammond, Korgs y Moogs iban a participar en una exhibición comercial. Pero el barco nunca llegó a destino y se perdió en medio del mar. Meses después, ya en verano, el carguero apareció en aguas de Cabo Verde, cerca de la isla de San Nicolás. Al ser remolcado a puerto, la sorpresa fue encontrar centenares de sintetizadores y órganos en buenas condiciones. La leyenda dice que fue el héroe de la independencia de Cabo Verde, el revolucionario Amílcar Cabral, quien dio la orden para que los instrumentos se repartieran entre las escuelas locales.

A esos órganos y sintetizadores que llegaron por accidente desde América se atribuye la influencia que tuvieron entre algunos músicos caboverdianos de los años setenta y, como resultado, la puesta al día de populares estilos musicales de Cabo Verde como la morna, la coladeira y el funaná. También a la aparición renovada de la tabanka, una serie de tradiciones musicales y teatrales con profundas raíces en los tiempos de la esclavitud a la que se dedica un museo nacional en la ciudad de Asomada, en el corazón rural de la isla de Santiago. De aquellos tiempos se rescata ahora un disco con algunas de las canciones que inspiraron los instrumentos salvados del mar. El año pasado la disquera alemana Analog Africa publicó Space Echo: The mystery behind the cosmic sound of Cabo Verde, un disco doble con quince canciones caboverdianas registradas entre 1977 y 1985.