Por Fran Belín

El vino canario no pasa desapercibido ni a propios ni a foráneos. A la particularidad de territorio, variedades de uvas autóctonas y el hecho de que los viñedos no sufrieran la devastación histórica de la filoxera, se sumó la evolución hacia la calidad y la excelencia propiciada por un más acentuado cuidado a la agricultura y la paulatina incorporación de enólogos de nuevo cuño. Estos aplican técnicas y tecnologías del momento aunque respetando modelos de nuestros antecesores. Pasen y vean algunos ejemplos de nuestras maravillas vitícolas, únicas en el mundo.

¿Sabía que se han datado cepas de la uva forastera de La Gomera hacia el año 1450? ¿Que el modo de cultivo de la vid en la zona de La Geria, en Lanzarote, es uno de los que puede considerarse heroicos, al igual que aquellos de la zona de Anaga en Tenerife? ¡Que el sistema de cordón trenzado de La Orotava no tiene parangón en ninguna parte del planeta! ¿Que Fuerteventura disfruta de su primer vino?

Estas son solo muestras indicativas de un montón de singularidades que hacen del Archipiélago una zona vitivinícola de lo más curiosa y sorprendente. También, de lo más apetecible por la escalada en referencias Premium que nuestros bodegueros han sabido posicionar –y afianzar- tanto en los mercados como entre los comunicadores especializados, los influencers y los gurús del vino, caso de Peñín y Parker.

Pues sí, y como se avanzaba, estudios realizados por el grupo de Investigación de Tecnología Enológica (Tenecnol) de la Universidad de Rovira il Virgili de Tarragona dan carta de naturaleza a la tesis que, hasta hace poco, se movía en el plano de la hipótesis: la conocida variedad forastera blanca junoniense (popularmente denominada forastera gomera) presenta un genoma particular que la hace diferente al resto de las que forman parte de la base de datos.

Esto confiere a las vinificaciones de la Isla Colombina un acento especial en las fases de cata del todo peculiar; el hecho de que en su desarrollo no se conozca la influencia de ningún proceso volcánico durante la llamada etapa histórica, permite calcular que las actuales vides datan del siglo XV, momento en el que llegaron a la Isla.

Va siendo hora de comprender el mapa vitícola del Archipiélago, que pivota sobre once denominaciones de origen. Las de Tenerife (Tacoronte-Acentejo, La Orotava, Güímar, Ycoden Daute Isora y Abona), más Lanzarote, La Gomera, El Hierro, La Palma y Gran Canaria. A estas se ha sumado la DOP Islas Canarias recientemente.

Lanzarote, por ejemplo, constituye un particular paradigma de plástica paisajística y esfuerzo en cada hoyo en el que se multiplica paciente y extraordinaria la malvasía volcánica, que hunde sus raíces en los sustratos de un terroir inimaginable y que conforma ese conjunto enigmático  del paisaje lunar que es La Geria. Germán López Figueras (patriarca y propietario de Rubicón) es contundente al respecto: “Quien vea este trabajo ímprobo frente a los elementos, a la climatología –la alta temperatura es nuestro peor enemigo-, con el cuidado prácticamente diario que se imprime a las vides, se maravillarán ante algo tan hermoso”. Desde la DO de la Isla, afirman que “Las características geográficas de Lanzarote, con una temperatura media de 22 grados todo el año, marcan una peculiar agricultura y por tanto unos vinos extraordinarios con gran personalidad. Además, el incansable trabajo de los viticultores de la Isla ha hecho que una zona devastada por erupciones volcánicas se convierta en terreno fértil para el cultivo, implantando una viticultura singular: viñedos plantados en ceniza volcánica, a modo de cono invertido y rodeados de muros de piedra volcánica.”

Efectivamente, los viñedos se plantan en conos formados en el lapilli, denominado localmente picón, y protegidos adicionalmente por pequeños muros de piedra.

Salta a la vista que en el sector existe gran fragmentación y diversidad entre unas Islas y otras, también entre comarcas. Sin embargo, existe un denominador común en los últimos tiempos: la ambición hacia la mejora en calidades y reforzar vinificaciones con unas credenciales que únicamente puede aportar el suelo volcánico y las características climatológicas (microclimas) de cada zona, en algunos casos con la influencia del Atlántico.

Visualicemos Tenerife en particular: un farallón en el Atlántico y el Teide como parapeto natural dentro de ella; pensemos en 26.000 hectáreas de bosque, vientos Alisios, climatología en la que también entran en juego las bajas temperaturas… Se dan unas características que inciden necesariamente en elaboraciones vitícolas diferenciadas.

Para qué decir, dentro de los sistemas de cultivo, de ese enigmático cultivo de cordón trenzado del que puede decir, y mucho, el bodeguero Agustín García Farrais (Tajinaste), en el que la orografía del Valle de La Orotava impone el diseño.

Asombra profundamente contemplar estos viñedos que no existen en sitios remotos, en Hawái o Nueva Zelanda. Resulta que están aquí, en Canarias, en Tenerife, donde se cuida esta formidable y meticulosa labor agrícola de trenzas -en el aspecto más literal de la palabra- que se practica con los sarmientos de la parra.

Como se puede figurar el lector, exige un detallado trabajo artesanal, en todas sus etapas, desde la poda a la vendimia. Están a pie franco y la singularidad del terroir hace del cordón trenzado una tarea casi ímproba, como de joyero de la vid.

Se da la circunstancia de que, de esta forma, los sarmientos son movibles y el aprovechamiento del terreno es más versátil. Antaño, en esta comarca se sobreexplotaba la viña para obtener mayor cantidad de uva, pero ya este auténtico diseño de la naturaleza se dedica a la obtención de vinos de alta calidad.

La Palma, ahora: tierra de licorosos y vinos de tea. Precisamente una de las bodegas de la Isla Bonita, más reconocidas y punteras, Llanovid-Teneguía (municipio de Fuencaliente), aprovecha el tirón que están teniendo los vinos de parcela para rescatar el estilo de aquellas referencias canarias de hace medio siglo. En El Hierro, aunque siempre interesante la producción es poco significativa (aunque de allí saliera aquella referencia legendaria del Tanajara Baboso Negro), y en Fuerteventura nació el Conatvs, que completa la existencia del vino en las siete islas.

Gran Canaria persevera su avance vitícola propiciando un marco de actuación para obtener elaboraciones actuales, frescas y honestas que se desmarcaran de aquella fama de peleones que tenían aquellos vinos.