Texto y foto: Carlos Fuentes

Apreciada como una de las gastronomías más singulares del norte de África, la cocina de Marruecos es generosa en sabores, aromas y colores. Hija de tradiciones milenarias que hunden sus raíces en las costumbres de los pueblos moros, bereberes, mediterráneos, orientales y africanos, la gastronomía tradicional marroquí aprovecha muchos recursos propios de un país en el que las combinaciones de dulce y salado son todo un rasgo de identidad. Al popular té a la menta, que suele ambientar cualquier almuerzo o tertulia cotidiana, se une una amplia gama de productos naturales como las aceitunas de Meknés y las frutas cítricas de la imperial ciudad de Fez. Capítulo aparte merecen las especias.

Las recetas típicas del tayín, el cuscús y la pastela se nutren de sabores que combinan especias como la canela (en marroquí, cini), la cúrcuma (karkoum), el comino (kamoun), la pimienta (bsar), el pimentón (felfa hlouwa), semillas de sésamo (jinjelan) y anís (nafaa) y el azafrán (zaafrane beldi). No obstante, son dos mezclas elaboradas las que gozan de una mayor proyección internacional en la oferta de comidas originarias de Marruecos.

Sin duda, el condimento más popular es el râs el-hânut, una mezcla de hasta treinta tipos de especias que se vende, sin ambages, como lo mejor de cada tienda de condimentos. Y también la harîssa, una pasta roja elaborada con pimientos picantes que aporta un toque distintivo a la mayoría de los platos más populares en el Magreb. Pero si usted no gusta del picante, no se preocupe. Al llegar al postre puede elegir recetas elaboradas con agua de rosas (zhaar) y de azahar (ma ward). Porque hay un Marruecos para todos los gustos.