Aranzazu del Castillo Figueruelo

Una mañana cualquiera en un piso compartido cualquiera en medio de una ciudad bulliciosa cualquiera.

-Buenos días

Pi-pi-pi-pi (alarma despertador que aún no había apagado)

– ¿Cómo estás? ¿Has dormido bien?

Pling (primer e-mail del día)

-Regular, he estado varias horas dándole vueltas a….

Pio Pio (Whatssap: “¡¡buenos días!!”)

– ¿Decías…?

-Sí, dándole vueltas a la reunión de hoy. ¿Tú qué tal?

– Llevo dos horas levantado intentando enterarme de las noticias en el mundo, pero…

Pling, pling (alerta tráfico denso en la zona).

– ¿Pero…?

– ¡Uff!, debería salir ya de aquí, anuncian mucho tráfico en la salida de la ciudad. Debe ser por la lluvia que me ha dicho el móvil que va a caer hoy durante toda la mañana… Decía que trataba de enterarme de las noticias, pero no he podido hacerlo a pesar de mi gran motivación. No he parado de recibir avisos en mi smartphone…

Para las personas despistadas como yo resulta de gran utilidad disponer de un teléfono inteligente que te vaya avisando periódicamente de las citas que tienes, de la meteorología en la zona, del tráfico en la ciudad, de las tareas que debes hacer etc.

Despistados, estamos de suerte. Ahora nuestro tablón de post-its cabe en un pequeño bolsillo. Pero no te acostumbres demasiado. Ejercitar la memoria es importante de cara a mantener el cerebro fuerte y preservarlo de enfermedades neurodegenerativas. También es útil de cara a prevenir disgustos desmesurados cuando uno extravía (cosa no extraña en un despistado) o le sustraen el teléfono móvil (¡ojo! los robos de este tipo están a la orden del día).

Pero incluso agradeciendo todos estos recordatorios, estoy segura de que, en algún momento habrás podido experimentar una situación similar a la que relato al comienzo de este post. Con certeza te habrás sentido en alguna ocasión invadido por notificaciones poco útiles u oportunas provenientes de tus diferentes aplicaciones movilísticas. ¿me equivoco?

La mayoría de las aplicaciones informáticas permite hoy en día decidir si queremos recibir o no sus notificaciones, así como filtrar el tipo de mensajes que no estamos dispuestos a aceptar. Es el caso de los mensajes que marcamos como spam en nuestro correo electrónico. Esto en sí ya es un gran avance, pues nos ayuda a poner límite a ese bombardeo informativo constante que, si no controlamos, puede apoderarse de nuestras conversaciones, actividades de ocio o momentos de soledad y quietud. Si no le ponemos freno y además tenemos aplicaciones con funciones tan variopintas como finanzas, ejercicio físico diario, calendario, redes sociales, etc., podemos acabar colapsados.

Conocedores de esta poderosa, pero limitada capacidad de procesamiento de información humana, los diseñadores de aplicaciones informáticas no paran de investigar para mejorar la manera en que los sistemas gestionan la manera en que interactúan con el usuario.

Un equipo de la Universidad de Michigan ha propuesto que sea el Sistema Operativo y no cada aplicación particular la que controle el tipo de mensaje que recibe el usuario y el momento en el que lo hace. El modelo se nutre de información proveniente de la propia aplicación (prioridad o importancia del mensaje, cantidad de atención que requiere o canal a través de la que se transmite la información -auditivo, visual, táctil, etc.) y del usuario (retroalimentación sobre los mensajes que ha considerado relevantes, actividades que está haciendo o aplicaciones que está utilizando en ese momento o su grado de concentración en las mismas). En base a todos estos datos y a través de una serie de complejos algoritmos, el sistema decide si es oportuno “molestar” al usuario e interrumpir la actividad que está haciendo en ese momento o si dicha notificación puede esperar un tiempo.

¿Una aplicación que respeta tus horas de sueño, tus conversaciones íntimas o tus reuniones de negocio? ¡Genial!

¿Cuál es el pero…? ¿Cómo identifica el sistema las actividades que estamos llevando a cabo y nuestro grado de implicación en ellas? Este modelo, que está en vías de desarrollo, propone el acceso al calendario personal, el uso de sensores especiales y el feedback del usuario, entre otras herramientas, para recolectar esta información. Entonces surge el debate de siempre, ¿no estamos demasiado controlados? ¿No lo estamos ya?

Te dejo que lo reflexiones tú mismo 😉