Por David Lorenzo

La pintura en Canarias no hubiese sido la misma sin Óscar Domínguez. Aunque en Tenerife es más conocido en el resto de islas se desconoce que fue uno de los artistas surrealistas más importantes de España. Nacido en La Laguna en 1906 había practicado la pintura desde niño. Sin embargo no se dedica de manera profesional a ello hasta que en 1931. Debido a la muerte de su padre, se ve obligado a vender obras de arte para vivir.

Ya en los años 30 estaba viviendo en París. Se había trasladado desde 1927. Influido por otros tantos artistas franceses empieza su etapa surrealista. Esta nueva corriente artística buscaba, sobre todo, nuevas técnicas que crearan un estilo único en su tipo. Y Óscar Domínguez logró alcanzar métodos innovadores que aplicar: la decalcomanía.

Este método fue del gusto de los surrealistas franceses sobre todo por su simplicidad y unicidad. Crear pinturas únicas a través de diferentes colores y tonalidades que luego eran presionados en una hoja de papel lo hizo muy popular en el movimiento. Muchas veces esto permitía crear una especie de paisajes exclusivos de estilo lunar o espacia.

Su creatividad y esta nueva técnica le abre las puertas a Óscar Domínguez para codearse entre los más grandes artistas surrealistas: Magritte, Ernst, Bretón, Masson y los españoles Picasso y Dalí. Con el tiempo logra el éxito y reconocimiento de todos sus compañeros. Ya en 1942 consigue tener su primera exposición individual en París con gran éxito.

Tiene un estilo único que le puede convertir en uno de los grandes surrealistas. Sin embargo su estrella no logra brillar tanto como se merecía. Los motivos son varios. Uno de los más importantes era el hecho de que no tuviese una base académica que le avalase. Su formación había sido autodidáctica desde muy pequeño. Por lo visto nunca acudió a ninguna academia de arte ni en Canarias ni en Francia.

Por otro lado todo esto se mezclaba con su propia personalidad. Óscar Domínguez era un hombre muy reservado. Aunque le gustaba mucho disfrutar de las fiestas no se sentía nunca protagonista. Igualmente una extraña enfermedad, llamada acromegalia, estaba haciendo que sus extremidades crecieran de tamaño. El completo posiblemente le hizo esconderse, dejando paso a otros pintores surrealistas.

Los problemas personales acabaron en un terrible alcoholismo. Esto hizo que durante años estuviese en centros de desintoxicación para acabar con este mal. Sin embargo siempre volvía a beber en sus peores momentos. Ya no era el mismo artista y de esta manera comienza su declive. Él, que fue uno de los grandes de la Escuela de París en los años 30 y 40, ya no era más que una sombra de lo que fue.

Como cualquier otro pintor no tuvo un estilo único a lo largo de toda su carrera. De esta forma además del surrealismo puro (donde logró altas cotas de relevancia) también tuvo una etapa cósmica (centrada en la construcción de paisajes impensables influidos por la decalcomanía). Igualmente experimentó en otros estilos dentro del surrealismo como la litrocrónica o un periodo que es conocido como el de las mujeres desmontables.

Una de sus últimas etapas llega cuando abraza el estilo de Picasso, que se había convertido en el gran artista del surrealismo en la década de los 40. Finalmente, en los últimos años de su vida antes de su misteriosa muerte (años 50), se observa como Óscar Domínguez se acerca más al arte abstracto.

Además de la pintura también trabajó con la escultura. Sin embargo esta faceta es la menos conocida de Óscar Domínguez. Destacan algunas de sus obras en la etapa de las mujeres desmontables. Trabajó tanto la madera, como la cerámica (vidriada especialmente) y el hierro en sus composiciones. Hoy la réplica de una de sus obras, Monumento al Gato, se conserva en el parque García Sanabria.

Su repentina muerte en 1957 está bajo un halo de misterio. En sus últimos años su propio arte demuestra su estado anímico. Son obras más oscuras y de aspecto decadente que sin duda nos transmiten la depresión del artista. Su enfermedad no remitía y su alcoholismo siempre lo persigue. Finalmente se suicidó mientras estaba en la ducha. Parece que no pudo aguantar más el estilo de vida tan autodestructivo que llevaba.

Hoy su legado persiste en muesos españoles y en obras de privadas por todo el mundo. No era un artista cualquiera. Esto lo demuestra el más de medio centenar de obras de Óscar Domínguez que tiene el museo Reina Sofía, muchas de ellas expuestas. Otra importante colección está en poder del Instituto Óscar Domínguez de Arte y Cultura Contemporánea. Este último se encuentra localizado en el Tenerife Espacio de las Artes (TEA), que en un comienzo iba a tener el nombre del célebre artista, cumbre del surrealismo y de origen tinerfeño.

Para saber más:

Gallego, Julián (1959) “La pintura de Óscar Domínguez”. En Anuario de Estudios Atlánticos. Las Palmas de Gran Canaria: Cabildo de Gran Canaria