Texto y foto por Carlos Fuentes

Al fondo, sobre las piedras volcánicas de Ponta Temerosa, se atisba la silueta del faro de Maria Pia, que fue construido en 1881 para guiar la entrada de los barcos a la bahía. Pero hoy lo importante ocurre delante, sobre la arena amarilla. Cada tarde, sobre todo si es día de verano, la pequeña playa de Prainha se convierte en epicentro social de las reuniones, los juegos de mar y, por qué no, de flirteos adolescentes de un buen número de vecinos de Praia, la capital nacional de Cabo Verde y capital también de la isla de Santiago.

Por las mañanas, Prainha vive entre el ajetreo de los visitantes que se alojan en hoteles del barrio y, sobre todo, con el vaivén de las no pocas embajadas extranjeras que tienen aquí sus sedes. La vida administrativa se lleva buena parte del día, pero el patio cambia por las tardes. Después del horario laboral, finalizado también el tiempo del colegio, el coqueto paseo de Prainha y la fina arena amarilla de la playa son el punto de encuentro.

Familias enteras y niños que corretean. Vendedoras ambulantes de pasteles de plátano y papaya. Un lugar de recreo frente al mar que, paradojas de la historia, hace 236 años fue campo de batalla. El lunes 16 de abril de 1781, barcos de guerra franceses al mando del almirante Pierre André de Suffren sorprendieron en puerto a una flota inglesa camino del Cabo de Buena Esperanza. Perdieron los ingleses, con 36 bajas mortales y 147 heridos. Pero hoy nadie recuerda las tragedias del pasado. Mejor disfrutar de un baño de mar.