Por  Juan José Ramos Melo @JuanjoRamosEco

Un grupo de aves oscuras en forma de medias lunas y veloces como rayos sobrevuelan lo más abrupto de la costa de los islotes. Un pequeño bando de exhaustos pajarillos ha llegado en busca de la tierra salvadora. Lavanderas, carriceros, bisbitas y mosquiteros dan sus últimos aleteos con la ayuda del viento favorable. Nadie les había hablado de los nuevos peligros que les acechan en estas latitudes. Los halcones de la reina los esperan, los últimos días del verano han marcado la señal que aguardaban para comenzar la temporada de caza. Acrobáticas piruetas voladoras entre unos y otros para cazar o no ser cazado. El final del viaje para unos, la energía para poder viajar para otros. Así sucede cada año desde hace mucho tiempo.

A finales del siglo XIV, en plena época medieval habitó en la isla mediterránea de Cerdeña Doña Leonor de Arborea, jueza de Arborea y condesa de Goceno, reina de un tercio de la isla, una de las mujeres más poderosas y renombradas del Mare Nostrum, una autentica heroína para el pueblo sardo, conocida hasta nuestros días por ser la creadora de una de las primeras constituciones de la historia de la humanidad, la carta de Logu. Su gran pasión y amor por las aves, la ornitología y la cetrería la llevó a crear la primera ley que da protección a un ave rapaz, concretamente al halcón de Elenora, denominada así en su honor.

Los halcones de Eleonora habitan en islas e islotes del Mediterráneo y en unos pocos lugares de la costa Atlántica marroquí y en el archipiélago Chinijo en las Islas Canarias, hasta el momento no se conoce su reproducción en ningún otro lugar del planeta. Estas zonas de cría coinciden totalmente con aquellos lugares por donde viajan las aves migratorias, debido a que su reproducción está milimétricamente sincronizada con la migración de estas aves, para que la eclosión de los huevos y nacimiento de sus pollos coincida con el comienzo del paso migratorio de aves entre Europa y África, una estrategia que le proporciona alimento suficiente para que su prole crezca con rapidez. Aunque en ocasiones el retraso de unos pocos días en la llegadas de las aves puede acarrear nefastas consecuencias.

A diferencia de buena parte de sus congéneres posee un comportamiento social, llegando a cazar en grupo, usando complejas estrategias de caza para capturar aves incluso sobre el mar. Además cría en colonias que en ocasiones pueden alcanzar varios cientos de parejas, en la mayoría de los casos ubicadas en lugares muy inaccesibles o aislados como son los islotes de Montaña Clara y Alegranza en el archipiélago Chinijo al norte de Lanzarote.

No es muy numerosa, se conocen unas pocas de miles de parejas en todo el mundo, por lo que su observación siempre suscita admiración entre los observadores de aves y ornitólogos. Durante los meses de verano con algo de suerte los puedes ver sobrevolar los cantiles del Risco de Famara en el norte de Lanzarote y en otros rincones de las islas orientales del archipiélago, probablemente los ejemplares no reproductores vuelan algo más lejos, llegando a las cumbres de Gran Canaria, la Meseta de Nisdafe en El Hierro o a la cercana costa africana en las proximidades de Tarfaya o Laayoune.

Terminada la época de cría desaparecen de nuestros cielos, comienzan un largo viaje, probablemente el más largo de las aves de nuestra región, una aventura que les lleva al otro lado del continente africano, concretamente a la isla de Madagascar, lugar donde se concentran para pasar el invierno buena parte de la población mundial. Un viaje migratorio de casi 9000 kilómetros, que les obliga a cruza parte del desierto del Sahara, las duras tierras del Sahel y el África ecuatorial.