Por Aranzazu del Castillo Figueruelo

Dicen que las personas se atreven a hacer más cosas cuando se encuentran fuera de su zona de confort. Los viajes son exactamente eso: contextos nuevos, alejados de todo lo conocido. A menudo, sacan el lado más aventurero del individuo. Para todo aquel que quiera afrontar nuevos retos Madeira ofrece escenarios naturales variados para hacerlo: mar, montaña, tierra o aire.

Nuestra aventura empieza de la mano de Epic, un grupo de jóvenes que organiza actividades en plena naturaleza. Hay para todos los gustos y niveles de atrevimiento. Si se dispone de tiempo vale la pena apuntarse a varias de ellas, ya que se convierte en la mejor forma de conocer Madeira desde sus mismas entrañas. Sus dos actividades estrella son las rutas de senderismo a través de las levadas, antiguos canales de agua que desde antiguo abastecen la zona sur de la isla y el barranquismo. Nos decidimos por esta última y, pese al frío y los momentos de ligero vértigo, determinamos que ha sido una sabia elección.

Cable ropeway cabin over the town of Funchal, Madeira island, Portugal
Cable ropeway cabin over the town of Funchal, Madeira island, Portugal

                Desde el inicio uno tiene la sensación de estar siendo engullido por una naturaleza salvaje de laurisilva agigantada. El reto comienza desde el momento en que uno trata de ponerse el neopreno e intenta dar sus primeros pasos entre la maleza y va creciendo a la par que lo hace la confianza en uno mismo y el sentimiento de equipo entre los participantes del desafío. El frío erizante del agua del barranco no consigue boicotear nuestra motivación. Uno se siente animal cuando desciende por las mohosas verticales y se lanza en picado en la profundidad de las pozas que se va encontrando por el camino. Verdaderamente permite desconectar de los ruidos, humos y prisas propias de la ciudad. Los miedos inherentes a esta actividad se dispersan fácilmente gracias a la amabilidad del equipo, siempre preparados para ayudarte a superar un obstáculo o haciendo bromas para rebajar la tensión antes de un descenso de rápel. Al final del camino nos espera la recompensa: una cesta con pasteles de Belém y con queijadas, dulces tradicionales de Portugal. Después de tanta emoción saben a gloria, aunque el mejor premio es, sin duda, saborear la sensación de reto conseguido.

Kunst Insel Madeira

                Nuestra segunda actividad es una ruta en barco para avistar cetáceos. Una joven bióloga nos acompaña durante el trayecto, mientras nos habla de la riqueza marina de Madeira y de la conciencia de respeto que existe entre los madeirenses. Transmite seguridad y confianza, consiguiendo que la travesía sea agradable para todos los tripulantes de la pequeña embarcación. Además de gozar de un día que parece verano, tenemos la suerte de divisar dos grupos de cetáceos a muy poca distancia. Son delfines muler y ballenas piloto. Una maravilla que te hace olvidar todo por unos instantes.

             No podemos marcharnos de Madeira sin probar los carreiros do Monte, una actividad que tampoco carece de emociones fuertes. Para subir hasta allí cogemos el teleférico desde Funchal y durante los 15 minutos que dura el trayecto aprovechamos para cotillear el día a día de los habitantes de la capital. En los alrededores de la plaza de la iglesia Nossa Senhora do Monte, nos esperan unos alegres carreiros con su sombrerito de paja a modo de uniforme. Charlan distraídamente mientras esperan su turno para hacer de guía a los más atrevidos turistas. El inicio es suave, pero conforme se avanza hacia la curva aquel transporte a base de madera y mimbre va cogiendo ritmo. Pese a la velocidad que alcanza, los conductores muestran un dominio del vehículo que ya muchos querrían, de manera que solo queda dejarse llevar cuesta a abajo y disfrutar de unas preciosas vistas de Funchal mientras la brisa acaricia la piel de la cara.