Aranzazu del Castillo Figueruelo

Para estudiar son importantes al menos tres requisitos: “poder”, es decir, tener las aptitudes y capacidades intelectuales mínimas; “querer” o tener la motivación e interés por aprender; y “saber” o disponer de las estrategias y herramientas adecuadas para poder hacerlo de manera eficiente (p.ej. hábito y técnicas de estudio).

Además de estos requisitos hay otros elementos que influyen en el proceso de aprendizaje. Uno de ellos es el ambiente físico en el que se estudia, un aspecto cuya importancia es a menudo infravalorada. Muchas veces se descuida y se olvida que un niño no aprende igual de bien en un ambiente ordenado y luminoso que en otro caótico y oscuro. Las características del lugar son relevantes, de manera que el orden externo llama al orden interno o, dicho de otra manera, un contexto de estudio-aprendizaje armonioso y tranquilo favorece un estado mental más positivo para la incorporación de nuevos conocimientos.

Pero además de esto, el ambiente puede actuar como un motivador o desmotivador para el estudio. Hay entornos que, por sus características, disuaden fácilmente del mismo porque, reconozcámoslo, estudiar es una actividad que, sea más o menos agradable, requiere siempre de un esfuerzo por nuestra parte. Lugares donde existen múltiples y atractivas distracciones o entornos familiares donde no hay interés por la educación y la cultura serían ejemplos de contexto desmotivador. Pensar sobre un contexto que tuviera en mí el efecto contrario me llevó a recordar mis años como estudiante en el instituto Cabrera Pinto.

El Instituto Canarias Cabrera Pinto es un edificio de importante valor histórico, cultural y científico en las islas. Ser consciente de su origen y trayectoria por el tiempo siempre me animó como estudiante. Me producía una sensación muy parecida a la que todavía me produce ir a estudiar a una biblioteca antigua o ubicada en algún edificio con historia. Mientras atendía a mis clases podía respirar las anécdotas que habían sucedido entre aquellas paredes…Y es que en aquel instituto sucedieron muchas y diversas fueron protagonizadas por ilustres personajes canarios (Benito Pérez Galdós, Juan Negrín, Oscar Domínguez, María Rosa Alonso Rodríguez, Blas Cabrera Felipe, etc.).

Aunque la función principal del edificio fue la enseñanza, no siempre fue la única. Su historia se remonta a principios del siglo XVI cuando se construyó el convento de San Agustín, con uno de los claustros más bellos de las islas. El terreno sobre el que se edificó fue un obsequio de Alonso Fernández de Lugo a la Orden Agustina, como agradecimiento a su apoyo durante la colonización de la isla. En el año 1821 se fundó en el mismo edificio la Universidad Literaria de San Fernando, suprimida en 1845 por un Real Decreto. Un año más tarde, en 1846, se constituyó el Instituto de Enseñanza Secundaria de Canarias, convirtiéndose entonces en la única sede donde se podían realizar los estudios más elevados en las islas.

El Instituto fue piedra angular de la enseñanza en Canarias durante muchos años, así como una de las instituciones de mayor prestigio y presencia cultural y social del archipiélago. La herencia de los fondos de la universidad de San Fernando y de su biblioteca y las múltiples donaciones, cesiones y adquisiciones de obras e instrumentos u objetos que han tenido lugar a lo largo del tiempo la han convertido en la actualidad en un auténtico patrimonio histórico y educativo.

Adolfo Cabrera Pinto Pérez (1855-1926), profesor destacado y director del centro durante 24 años, tuvo mucho que ver con este legado. Durante sus años de ejercicio llevó a cabo una importante labor con impacto a nivel educativo, cultural, periodístico e institucional.  Gracias a él se conservan grabados de la Calcografía Nacional y vaciados en yeso procedentes de Universidad de San Fernando. También promovió el restablecimiento de la Universidad, después de que esta fuera suprimida en el año 1945, aprovechando la visita al instituto del rey Alfonso XIII. Como resultado, se creó en La Laguna la Sección de Estudios Universitarios, el germen de la universidad actual.

En la actualidad puede disfrutarse de gran parte de este patrimonio a través de las exposiciones permanentes de historia natural, aparatos científicos y humanidades. El salón de actos del instituto, antigua aula magna de la universidad es también punto de interés del recinto. En él se han celebrado importantes actos y se reúnen algunas de las obras cedidas por el Museo del Prado.

Estudiar en un espacio de estas características, con tal riqueza histórica y cultural, llena de sentido y dirección el proceso de aprendizaje cotidiano del alumno y a niveles más prácticos resulta útil a los docentes para transmitir sus enseñanzas de un modo más ilustrativo y aplicado.