María Rita

España es el segundo país de Europa con mayor tasa de obesidad. Este problema de salud pública ha empeorado en los últimos 25 años. Se ha duplicado el número de personas que lo padecen y es especialmente significativo en nuestra Comunidad Autónoma. Cuatro de cada diez personas mayores de 18 años presentan sobrepeso u obesidad en las islas y un 10% de los menores de 18 años lo sufre.

Es la epidemia de nuestro siglo y va acompañada de importantes problemas de salud: diabetes, enfermedades cardiovasculares, apneas del sueño y otras dificultades respiratorias, problemas ortopédicos, etc. A nivel psicológico, impacta negativamente sobre la autoconfianza y autoestima de quien la padece, generando sentimientos de ansiedad, depresión y problemas de conducta.

Los estudios más recientes no permiten sacar conclusiones claras sobre el factor o factores determinantes de la obesidad infantil. Llevar una buena alimentación, hacer ejercicio físico, tener una vida activa y dormir las horas suficientes son elementos importantes, pero no siempre suficientes para evitar el problema. Un porcentaje de los casos podría estar altamente influenciado por la herencia y la genética, pero no por ello, deberían descuidarse los hábitos de vida.

La dieta mediterránea ha sido utilizada como ejemplo de dieta equilibrada y saludable en numerosas ocasiones. La base de sus platos la constituyen las verduras y las frutas frescas y de temporada, así como las legumbres; contiene hidratos de carbono como el pan y los cereales y promueve el consumo de proteínas y grasas de calidad como el pescado, el aceite de oliva o los frutos secos. Los expertos en nutrición la recomiendan frente al uso de “dietas milagro” para mantener un peso adecuado.

Sin embargo, los canarios no somos tan seguidores de este patrimonio culinario del mediterráneo. Abusamos de los hidratos, en especial de la papa, consumimos muchos productos procesados y bebemos poca agua -preferimos los refrescos azucarados. Para colmo, tendemos al sedentarismo.  El bajo nivel socioeconómico, que se asocia con peores hábitos de salud; la influencia del turismo y su asociación con la comida rápida; y el precio elevado de la cesta de la compra en las islas podrían estar detrás de esta situación. Como consecuencia, cada vez es más frecuente encontrar a menores de 12 años con problemas de hipertensión, colesterol o diabetes.

Iniciativas como la de establecer un impuesto sobre las bebidas y los alimentos con alto contenido en grasa y/o azúcar, no dejan de ser un parche para combatir esta lacra de la obesidad, pero probablemente ayuden. Se requiere una concienciación que vaya mucho más allá y una educación en alimentación y hábitos de vida saludable que comience desde el propio núcleo familiar. Si un niño quiere beber un refresco, acabará comprándolo, independientemente de su precio. Por este motivo, la prohibición o penalización, sin una explicación clara y razonada, a menudo termina cayendo en saco roto. El estilo de vida saludable debe comenzar en las figuras adultas y extenderse a otros ámbitos, además del de la nutrición. Los padres y/o tutores sirven de ejemplo a los más pequeños y son los responsables últimos de su correcto desarrollo. Si como padres comemos bien y llevamos una vida activa, será más probable que nuestro hijo siga un estilo de vida saludable.

Dada la relevancia del tema, se hace necesario encontrar estrategias sencillas que faciliten a las personas el poder seguir una alimentación equilibrada y saludable. Una interesante aportación la realizó hace unos años la Escuela de Salud Pública de Harvard y los editores en Publicaciones de Salud de Harvard. Este grupo diseñó el “Plato para comer saludable”, a través del que explican, de una manera mucho más intuitiva de lo que lo hace la extendida pirámide nutricional, los tipos de alimentos que se deben incluir en la dieta. Ponen énfasis en la calidad, más que en la cantidad y utilizan la representación de un plato para facilitar la comprensión de lo que deberíamos introducir en él. Con esta guía, ¡ya no hay excusa!