Por Salvador Aznar

Con más de 10.000 kilómetros de pistas y carreteras se puede asegurar que las islas de Cabo Verde cuentan con una aceptable red de comunicaciones terrestres. Para moverte por ellas dispondrás de varias opciones: alquilar un coche, usar los servicios de taxis y autobuses o hacerlo a bordo de los aluguer, unos peculiares taxis colectivos de gran uso popular.

Desplazarse por tierra hasta los paisajes y poblaciones de las islas de Cabo Verde no entraña grandes dificultades, pero sí requiere que conozcamos algunos conceptos básicos sobre el transporte y las vías de enlace.

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Las principales ciudades y poblaciones de las islas están conectadas por carreteras pavimentadas, especialmente en las mayores y de más habitantes. Y aunque cada vez se construyen más vías asfaltadas, sobre todo en los núcleos de afluencia turística, la gran mayoría de las carreteras siguen siendo de pavés o adoquinadas. Estas bonitas y peculiares carreteras, que se asemejan a las creadas por cartagineses y romanos, ofrecen mayor resistencia al desgaste y la erosión. Aunque a decir verdad, el producido por la circulación de vehículos debe ser mínimo, dado el escaso tráfico que se produce en estas Islas, en las que por suerte aún no se conocen los atascos.

A la hora de organizar nuestros itinerarios terrestres por las Islas hay que tener muy en cuenta que en todas ellas abundan las pistas de tierra. Para circular por estas polvorientas vías, que en su deseo de unir paisajes y poblaciones dibujan abstractas figuras sobre la volcánica piel de las Islas, se hacen necesarios los vehículos todoterreno. En algunas islas como, Sal, Sao Vicente, Santiago, Boavista y Fogo, las de más afluencia turística, podrás alquilar un coche. Y si tratas de manera previa y directa con alguno de los taxistas locales, podrás establecer buenos precios para tus itinerarios, tal vez incluso más ventajosos que los de cualquier agencia de alquiler. Además, y  como añadido extra, contarás con el conocimiento del conductor sobre la zona y los recorridos, algunos de ellos bastante estrechos y peligrosos.

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Llegados a este punto del relato, me gustaría hablarte de los aluguer, una especie de taxis colectivos que según sus características de automoción podremos dividir en dos diferenciados grupos: los minibuses, normalmente viejas furgonetas conocidos popularmente como carrinhas y los pick up todoterrenos, en cuya caja de carga posterior se habilitan unos rudimentarios bancos transversales sobre los que en ocasiones se instala un toldo que protege a los pasajeros del sol o de la lluvia, según la estación climatológica del momento.

Tanto unos como otros suelen tener paradas en sitios fijos y estratégicos dentro de las poblaciones, pero carecen de horarios y solo comienzan a realizar su trayecto cuando están completos de pasajeros. Dado que solo en las ciudades de Praia y Mindelo existen líneas regulares de transporte urbano, los aluguer constituyen el medio de transporte más popular del archipiélago y de esta manera circulan de pueblo en pueblo,  dejando y recogiendo todo tipo de pasajeros, desde trabajadores y campesinos hasta escolares.

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En las islas de ambiente más rural los aluguer, palabra que en portugués significa alquiler, también pueden ser contratados como taxis individuales, y así lo hice en las islas de Santo Antao y Boavista, para desplazarme hasta los lugares que deseaba conocer y fotografiar. Durante estos trayectos aprendí el significado de bolea, otra nueva palabra para mí, pero muy usada y conocida entre los habitantes de las Islas.

Bolea viene a ser algo así como el autostop y me recordó lo que en Cuba se conocía como la botella,  una forma de transporte solidario entre ciudadanos surgido en el Periodo Especial, cuando colapso gran parte del transporte público.

Ya en mi primer día de travesía por la isla de Santo Antao y nada más salir de la ciudad, un par de personas al ver el pick up hacían señas en el borde de la carretera para que el coche parase. Leo, el conductor, me comentó que en esta ocasión al ser yo quien tenía alquilado el vehículo, dependía de mi llevarlos o no. Los llevamos, claro, y cuando llegaron a su destino se acercaron hasta la cabina para pagar la parte de trayecto que les correspondiese, como era habitual, pero Leo les repitió, mientras esbozaba una amplia sonrisa… “bolea, bolea”.

Así supe que esa palabra significaba transporte gratuito y solidario, también supe como los pasajeros y el conductor se comunicaban por signos realizados con las manos para indicar hasta qué pueblo se dirigían y sobre todo constaté una vez más como las gentes sencillas se ayudan unas a otras cuando las circunstancias les son adversas.

Durante el resto del camino y durante todos los días que estuve moviéndome en aluguer por las islas de Cabo Verde, seguimos llenando la caja de los pick up con todo tipo de personas a la voz de bolea.