Por Salvador Aznar

Me encontraba en Kemoto, a menos de 100 km en barco desde Banjul, la capital de Gambia, pequeño país africano formado por los territorios que se extienden a ambos lados del río, del que además toma su nombre.

Desde el acogedor poblado situado en un recodo del río Gambia  se divisaban espectaculares paisajes de los manglares circundantes. Un sencillo y rústico embarcadero se adentraba en las aguas del río.

Aquel rincón se había convertido en uno de mis lugares preferidos de la zona. El atardecer había ido tiñendo paulatinamente de un intenso rojo la escena que, reflejada en las tranquilas aguas del río, hacía destacar en un soberbio juego de luces y sombras las siluetas del embarcadero y de una solitaria barca.