Aranzazu del Castillo Figueruelo

            ¿Eres de los que se propone metas periódicamente? ¿Logras alcanzar lo que te propones o abandonas por el camino tus buenos propósitos? A veces, esto no tiene tanto que ver con el hecho de ser una persona perezosa o indomable. En muchas ocasiones faltan los motivos adecuados que te impulsen.

Si eres de los que se plantea objetivos ¡enhorabuena! Por frío que parezca, tener consciencia de lo que uno quiere conseguir en su vida o, como mínimo, de hacia donde se dirige es importante para mantener una estabilidad y bienestar a nivel psicológico.

Y si no eres del club, no te preocupes, aún estás a tiempo y siempre lo estarás. Te animo a coger papel y lápiz y a reflexionarlo, siguiendo algunos consejos que descubrirás a lo largo de este artículo.

¿Es que ocurre un cortocircuito en nuestra cabeza desde que pensamos y escribimos lo que deseamos hasta que damos los pasos para ponerlo en marcha? ¿Por qué aquello que tanto me entusiasmaba al inicio ahora me “da igual” o no lo veo “tan, tan necesario”?

Tras la conducta visible de posposición o, directamente, abandono de los objetivos personales podemos encontrar explicaciones tan variadas como variadas son las personas. La procastinación o hábito de dejar para mañana las cosas se llega a convertir en un verdadero problema para muchos y acaba boicoteando sus propios sueños.

Aunque en algunos casos estaremos en lo cierto -somos perezosos-, la mayoría de las veces estas conductas son indicadoras de otros hechos. Por ejemplo, ¿te has preguntado si aquello por lo que luchas y te esfuerzas cada día es fruto de una decisión propia o de una decisión externa a ti, aunque venga de personas importantes para ti? Cuando las metas las establecen otros, los motivos son de otros. No estamos ni tan implicados, ni tan dispuestos a asumir y a corregir fallos para seguir avanzando. Por tanto, cuando te propongas hacer ese listado de metas, piensa: “¿Qué quiero conseguir yo?” “¿Qué es importante para mí?”, e intenta acallar por un rato todas las vocecitas externas que te gritan que vayas en un sentido diferente.

Otro gran boicoteador de los buenos propósitos es el miedo. Esta emoción universal que tanto bien nos ha hecho a lo largo de la evolución, no deja de ser contraproducente cuando lo que genera es bloqueo (emocional y conductual). El miedo al fracaso es el más frecuente, pero también los hay que temen el éxito y todo lo que este conlleva (envidias, responsabilidades, etc.).

Cuando pongas en marcha un proyecto es posible que te asalten estos fantasmas. Es natural, pues es una emoción que ha formado parte de nuestro repertorio durante mucho tiempo y aún hoy en día para muchas situaciones sigue siendo imprescindible (Por poner un ejemplo, ¿qué sería de nosotros si no sintiéramos miedo cuando un coche conduce como un loco en el carril de al lado?). Ahora bien, cuando estos fantasmas acechen será el momento de plantearse si es esta una de esas situaciones de alarma que requieren que te asustes y huyas a buscar protección y abrigo (es decir, pospongas o abandones).

Por último, como forma de posicionarse actitudinalmente ante los propósitos, yo propongo poner la mira, no tanto en lo que queremos conseguir -ya lo hemos hecho antes de escribir la lista-, ni en aquello que no hemos logrado todavía -las carencias nos desmotivarán. Consciente de que esto va en contra de lo frecuentemente recomendado (“piensa en grande”), yo te propongo algo diferente: presta atención a lo que estás haciendo ahora y, sobre todo, disfrútalo. Nunca sabes si mañana los motivos serán otros distintos. Por tanto, disfruta los que, hoy por hoy, te mantienen fuerte y te aportan algo. Y aunque parezca paradójico… todo esto te mantendrá en la línea -con sus altos y sus bajos- de tus “buenos propósitos”. Piensa que estarás siendo más coherente y respetusoso con tus deseos, necesidades y sentimientos.