Por David Lorenzo

Prácticamente desde la formación de los Estados Modernos se comenzaron a crear leyes que iban en contra de que hubiese personas  desempleadas en los reinos europeos. Se entendía que aquel que no trabajaba era porque no quería, simplemente porque eran visto como “vagos”, aunque esto no fuera del todo así.

Un ejemplo claro lo tenemos en Canarias. En varias etapas de nuestra historia y desde la conquista, existieron momentos en la que se sufrió una alta tasa de desempleo. En el archipiélago se priorizaba el cultivo de un solo producto (caña de azúcar, vino, cochinilla, etc.). Esto lo conocemos popularmente con el nombre de “monocultivo”. Mientras duraba este comercio las cosas iban bien, pero cuando entraba en decadencia habían periodos de mucha crisis que llevaban a falta de trabajo.

Además, como agravante, la mayoría de las tierras pertenecían a los grandes terratenientes (descendientes de los conquistadores de las islas). Por eso existía un gran número de mano de obra jornalera (quienes solo cobran mientras la tierra está en cultivo) en Canarias.

Muchos lograban “escapar” de la crisis económica emigrando a otros territorios (priorizando América). Los que se quedaban se debían resignar a seguir desempleados y a vivir de la limosna.

Una etapa especialmente dura para Canarias fue el siglo XVIII. En este momento comienza la decadencia del vino. Este largo periodo de crisis hizo que la mayoría de los jornaleros perdieran su trabajo. La monarquía española, ahora en manos de los Borbones, decidieron tomar  cartas sobre el asunto.

Estos “vagos” (realmente parados) no podían encontrar trabajo y el Estado, que lo sabía, no lo podía permitir. Es por ello que tomó una medida bastante curiosa. A partir de la segunda mitad del siglo XVIII, influidos por la ilustración, se comienza a teorizar cual era la mejor manera para que los “vagos” marginados pudiesen incorporarse al ámbito laboral.

La decisión que se creyó más adecuada fue la de que los que no trabajaran hicieran un servicio a la comunidad y al Estado en aquellas labores donde se necesitaban más trabajadores. Para muchos la mejor idea era que este grupo de “vagos” formase parte del ejército español. Hay que entender que todavía en esa época el servicio militar no era obligatorio en el reino.

No era una idea exclusiva del Imperio Español. En otros territorios, como Francia y Reino Unido, ya lo practicaban con sus “vagos”. Este método era perfecto, porque además de reducir mucho el número de vagabundos en ciudades lograban tener “mano de obra barata” que usar en las guerras.

Poco a poco se produjo la paradoja en la que dejó de ser prioritario la reinserción social. Pronto estos “vagos” se convirtieron en un recurso muy valioso para el gobierno. Sabían que si no lo podían enviar al ejército (por ser muy jóvenes, viejos o ser mujeres) los ponían a trabajar campos sin cultivar o a tejer seda y lana.

De esta forma con reyes, sobre todo con Fernando VI y Carlos III, comenzaron a hacerse levas de “vagos”. Es decir, la corona enviaba a hombres para que localizaran y capturaran a ociosos, vagabundos y prostitutas para realizar los trabajos de los que ya hablamos obligatoriamente.

Estas levas se hicieron tan populares desde el reinado de Fernando VI (desde 1746) que se hicieron varias. Capturar a “vagos” en Canarias se hizo casi cada 10 años a partir de este momento y se extendió hasta los primeros 30 años del siglo XIX.

Esto terminó con la llegada al gobierno de los liberales moderados, apoyados por Isabel II. Aunque se siguieron haciendo leyes que prohibían mantenerse ocioso se dejan de realizar levas contra los “vagos” y vagabundos.

Para saber más:

  • Monzón Perdomo, María Eugenia; Santana Pérez, Juan Manuel (1988) “Levas de vagos al ejército en Canarias”. En VIII Coloquio de Historia Canario-Americano. Las Palmas de Gran Canaria: Cabildo de Gran Canaria