Por Carlos Fuentes

Las diez islas de Cabo Verde siempre estuvieron aquí. En el medio del Atlántico, siempre como lugar de paso. Primero en las rutas marítimas alrededor de África, camino de Asia. Luego como escala en los viajes a América. En las costas continúan un puñado de faros costeros, muchos abandonados. Ahora se trata de recuperarlos para poner en valor este patrimonio histórico y arquitectónico de las luces que guiaron la conquista de los mares.

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Un paseo por los faróis de Cabo Verde puede comenzar en Praia, la capital. Desde el casco histórico situado en la parte alta, bajando por la rampa de São Januário hacia la playa de Gamboa aparece otra pequeña playa amarilla llamada Prainha. De esta zona de ocio muy popular parte el sendero que lleva al faro de Maria Pia, antaño única guía para los barcos que entraban a puerto en la isla de Santiago. En Ponta Temerosa, el farol de Maria Pia fue construido en 1881, recuerda una placa. Se trata de un edificio sencillo y austero como corresponde a un faro histórico. En la planta baja, tres ventanas iluminan la residencia del farero, quien velaba por la luz de la torre a veintinco metros sobre el mar.

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También en la isla de Santiago, la mayor y más poblada de Cabo Verde, otro farol merece  la visita. Inactivo desde 2004, el faro de Ponta do Lobo está situado al norte de Praia y su edificio acusa el paso del tiempo y los efectos del viento y el mar. Diecisiete metros sobre el mar, su último uso fue como estación de radio-aficionado. En la zona norte, en Tarrafal, está operativo desde 1889 el farol de Ponta Preta. A treinta metros sobre el mar, en un risco de lava volcánica, el faro franquea el acceso norte a la bahía de la segunda ciudad de Santiago. Algo más separado de la ciudad, en la esquina noroeste de la isla, el faro de Ponta Moreia todavía orienta el paso de barcos entre las islas de Maio, Santiago y Fogo.

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En Sal, la isla bautizada por las salinas de Pedra de Lume, se conservan otros faros de interés. Quizá el más representativo sea el farol de Pedra de Lume, en la costa este de la isla. La ayuda marítima se presta ahora con una moderna estación, pero se mantiene la pequeña iglesia que, además de templo, sirvió de faro durante varias décadas. En la otra punta de la isla, el faro de Ponta do Sinó es un buen ejemplo de arquitectura adaptada al medio. Su torre mide nueve metros y sus líneas geométricas recuerdan al mundo árabe.

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En el grupo superior de islas, entre las de Santo Antonio y San Vicente, se conserva uno de los faros más pintorescos de Cabo Verde. El islote de los pájaros se yerge 82 metros sobre el mar frente a la bahía de Porto Grande, junto a la ciudad de Mindelo. Esparcido sobre sus escasos cuatrocientos metros cuadrados de extensión, el islote alberga el farol de Don Luis, también conocido como faro de los pájaros, con una curiosa torre a modo de pirámide cortada. No es el único faro de San Vicente. En la occidental Punta Machado el farol de Doña Amélia, con su torre catorce metros sobre el mar, sigue activo desde 1894. Uno de los pocos testigos del paso del tiempo que ahora Cabo Verde pretende rescatar.