Por Juan José Ramos Melo

Charles Darwin soñaba con poder viajar a la isla de Tenerife, visitar el Teide y poder ver con sus propios ojos la rica flora y fauna local. Un sueño que nunca pudo cumplir, pues en su largo viaje de cinco años alrededor del mundo a bordo del navío británico MHS Beagle, a pesar de que fondearon en la bahía de Santa Cruz, las autoridades locales prohibieron el desembarco de la tripulación por miedo a que portaran la peste que en esos momentos afectaba a buena parte de las ciudades de la vieja Inglaterra.

Así pues, nunca pudo conocer al pinzón azul, las palomas de la Laurisilva, el mosquitero canario, los herrerillos canarios ni ningunas de las aves exclusivas de las Islas. Aves que probablemente le hubieran ayudado a crear su teoría sobre la evolución de las especies, teoría que formuló entre otras cosas observando la adaptación al medio de los pinzones de las islas Galápagos en aguas del océano Pacifico. Los pinzones de estas islas, con el paso de los años modelaron su pico en función de los alimentos que explotaban y cambiaron su color en función al tipo de lugar donde vivían.

Un hecho parecido ocurre con los herrerillos de Canarias. Ave insectívora de colorido plumaje, formado por diferentes tonalidades de amarillo, verdes y azul, de canto melódico y hábitos forestales, muy emparentado con sus congéneres del norte de África y sur de Europa, pero con las diferencias suficientes como para ser considerados por los ornitólogos como subespecies diferenciadas. En las Islas viven cinco subespecies: la degener en Lanzarote y Fuerteventura, que hábitat principalmente en bosquetes de tarajales y palmerales, en Gran Canaria la hedwigii, en Tenerife y La Gomera teneriffae, en La Palma la palmensis y en la isla del meridiano la ombriosus. Cada una de ellas tiene características distintivas en su plumaje, hábitos y cantos, haciéndola exclusiva de cada uno de los lugares donde habita.

Probablemente, hace varias decenas de miles de años llegaron hasta Canarias oleadas de herrerillos provenientes del continente africano, motivados por cambios globales en el clima. Muchos de ellos debieron morir al no encontrar ambientes similares a los que estaban habituados, unos pocos se adaptaron al nuevo lugar y tuvieron descendencia. Tras el paso del tiempo, esas adaptaciones fueron mejorando y trasmitidas de una generación a otra, haciéndolos más resistentes a las condiciones de las Islas y diferenciándolas de los ancestros continentales.

Hoy en día, los herrerillos ocupan buena parte de los bosques, cultivos, jardines y barrancos de las Islas, es un ave común y abundante, pero no por ello deja de ser especial. Muchos observadores de aves que viajan hasta el Archipiélago tienen como objetivo ver todas y cada una de las cinco subespecies emulando los sueños del viejo Darwin, quién no pudo conocerlas por las circunstancias del azar.

Con ejemplos como el de los herrerillos canarios nos deberíamos llenar la boca diciendo que vivimos en el paraíso, pero sin olvidar que vivir en el paraíso además de ventajas tiene obligaciones y muchas de ellas las estamos desatendiendo, sobretodo la principal: garantizar su conservación para las generaciones futuras.