Por Aarón Rodríguez

Fotos por José Chiyah

Uno de los escenarios más sobrecogedores que se pueden visitar en Canarias, en España, e incluso en todo el territorio de la Unión Europea es, sin duda, el complejo conjunto que forman las Montañas del Fuego y su mar de lava, integrados desde 1974 en el Parque Nacional de Timanfaya. En la ruta de este mes, un recorrido de poco más de 12 kilómetros de longitud, transitaremos una parte significativa de tan emblemático espacio a pie, siguiendo su admirable costa: un marco en el que la sensación de soledad y de contacto directo con la naturaleza más salvaje se magnifica.

af_DSCF1184

Partimos de la Playa de la madera, una pequeña cala localizada al norte de la Isla, al final de una pista de tierra que conduce a ella desde Tinajo. Desde aquí, comenzamos a caminar por una vereda que recorre el litoral hacia el oeste, sin señalizar aunque bien definida, confinada entre el azul del mar y el oscuro malpaís. Así debía ser nuestro planeta en sus orígenes: extensiones de negra lava basáltica emergida sobre las aguas, azotadas constantemente por las olas de un océano que cubría nuestro mundo casi por completo, cuando aún la vida no se había aventurado a conquistar la tierra. Aquí, sobre nuevos territorios ganados al mar, disfrutaremos de un paisaje análogo al de la infancia terrestre, con la salvedad de que, en este caso, nuestro escenario apenas cuenta con tres centurias de existencia. Y es que durante casi seis años, los que median entre el 1 de septiembre de 1730 al 16 de abril de 1736, el vetusto paisaje de Lanzarote sufrió una drástica metamorfosis al compás del ardor de las fraguas de vulcano.

CostaTimanfaya2

En este entorno onírico, que se diría extraído de las descripciones más dantescas del averno, el único contrapunto lo ofrece el color claro de la cima de la Caldera Blanca, un testigo de la vieja Lanzarote que asoma tímidamente hacia el sureste. A medida que avanzamos sobre la senda trazada sobre el gigantesco malpaís, emergen ante nuestra vista, hacia el sur, las cimas de los volcanes de las Montañas del Fuego. Acompañados insistentemente por el rumor del oleaje, todo a nuestro alrededor evoca la magnitud del proceso que tuvo lugar aquí. Las más fértiles tierras de Lanzarote, productoras de la mayor parte del cereal que alimentaba a la población conejera, fueron arrasadas y numerosas aldeas quedaron sepultadas bajo la lava. Miles de personas se vieron obligadas a desplazarse a otros rincones más seguros, dentro o fuera de la Isla. En compensación, aquel período de pesadilla nos regaló este magnífico lugar que hoy en día constituye uno de los más poderosos atractivos con que cuenta Lanzarote y conforma uno de los paisajes volcánicos más espectaculares del planeta.

CostaTimanfaya3

Tras rebasar la Playa del cochino, la senda se dirige hacia el núcleo de El Golfo, dejando a nuestra izquierda el llamativo Islote de los Halcones, un superviviente de las montañas que existían antes de la erupción, rodeada por completo por los negros ríos de lava. Tras rebasar las coladas de Timanfaya, pisamos un sector de la Isla cubierto por magmas más antiguos, colonizados por un excepcional tabaibal dulce. Ante nosotros se despliega la alineación volcánica que, desde la Montaña Tremesana, se prolonga hasta la del Golfo, un cono ya desmantelado por la erosión marina que alberga en su interior la pequeña laguna verde del Charco de los Clicos. En este escenario ideal para degustar los buenos platos del mar que Lanzarote ofrece, finaliza nuestro recorrido.