Por Carlos Fuentes

Antes de que el té a la menta gane la partida como bebida de tertulia, el zumo de naranjas es el protagonista matinal en la plaza Jemaa El Fna de Marrakech. Desde primera hora, el corazón de la medina acoge a una panoplia de puestos ambulantes de vendedores de zumo. Son cuatro docenas de carros, algunos de época, que dispensan bebida fresca por cuatro dirhams (0,40 euros) el vaso. Cae la noche y nos detenemos en el puesto 49, donde Abdullah lleva una década vendiendo zumos de naranjas y granadas. “Marrakech no se entiende sin sus naranjas”, asegura, y sirve el penúltimo vaso recién exprimido.