Por Aarón Rodríguez

En esta espectacular caminata de apenas 7 kilómetros de longitud recorreremos uno de los caminos tradicionales más emblemáticos y mejor conservados de Canarias, la histórica senda que utilizaron durante siglos los herreños del interior, en particular los de Isora y San Andrés, para desplazarse, cuatro veces al año, hasta el Valle del Golfo. Partiremos desde la Iglesia de San Andrés, y tras cruzar la carretera HI-10 veremos el poste de señalización del PR-EH 8 El Golfo-San Andrés (Camino de Jinama), el sendero señalizado que seguiremos durante todo el trayecto.

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La primera parte del recorrido transcurre con suave pendiente ascendente, atravesando los llanos de Nisdafe. Aquí, rodeados de pastos, acompañados por los balidos de las ovejas y delimitados por muros de piedra que resisten el paso de los años, seremos testigos de la importancia que tuvo y que aún tiene el ganado para el sustento de los habitantes de la Isla. Un paisaje único, que particularmente en invierno, parece más propio de las campiñas inglesas que de las Islas Canarias.

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Tras poco más de 3 kilómetros la llanura se interrumpe de forma repentina en un impresionante escarpe que detiene la respiración. Nos adentramos en otro mundo. Estamos en el Mirador de Jinama, uno de los puntos panorámicos más emblemáticos de la Isla: la vista abarca todo el valle de El Golfo, una formidable depresión que se formó cuando parte de la isla se precipitó hacia el mar en un espectacular proceso geológico conocido como deslizamiento gravitacional.

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Desde el Mirador, a 1241 metros de altitud, el sendero inicia un vertiginoso descenso zigzagueante, con largos tramos de empedrado muy bien conservado, que discurre entre restos bien conservados de laurisilva y amplios miraderos sobre el Valle. A lo largo del descenso encontraremos puntos de descanso que, en particular durante el ascenso, eran de gran utilidad para los herreños en los periplos entre la cumbre y la costa que tenían lugar durante las “mudadas”: el Mocán de los Cochinos o El Miradero son dos muy destacados.

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Al acercarnos a Frontera la pendiente se va suavizando, al tiempo que el paisaje y el camino cambian sustancialmente. Atravesamos ahora un sector de cultivos, la mayoría de ellos abandonados, hasta alcanzar el asfalto en la Calle de los Corchos, que seguiremos en sentido descendente hasta la Ermita de La Candelaria, con su peculiar campanario ubicado en la cima de un cono volcánico. Un lugar perfecto para finalizar nuestra ruta.