Por Daniel Millán y Octavio Barrera

Nuestro viaje de casi dos meses recorriendo las islas e islotes del Archipiélago comenzó aquí, en Lanzarote, y quizás por eso le guardamos un cariño especial. Esta isla marcada por César Manrique y sus gentes, su arquitectura y modo de vida tranquilo, nos dio energía para empezar esta peculiar aventura.

Queríamos recorrer la Isla y conocer el modo de vida local de la mano de sus habitantes. Tuvimos mucha suerte al conocer a Javi Polo el primer día. Un hombre joven e integrado en la vida isleña que nos dejó aparcar la caravana en su terreno, nos propuso una lista de gente interesante para entrevistar y nos dio un buen paseo por Timanfaya. Fue nuestro embajador en Lanzarote, y gracias a él, nos sentimos como en casa desde el minuto cero.

Hacer esta especie de incursión etnográfica entre pueblos pequeños es muy llevadero. Recuerdo estar entrevistando a alguien y que se acercara algún vecino curioso: “¡Hey chicos!, si queréis ver algo increíble, en mi casa tengo piedras talladas a mano de 2 metros, las hago yo…” Así íbamos saltando de uno a otro, ellos mismos nos iban creando la ruta y la verdad es que vimos y escuchamos historias increíbles acompañadas de una hospitalidad muy familiar.

De historia en historia llegamos a la casa/taller de Juan Morales, un maestro de la madera. Abrió el portal del garaje: “Hola chicos, pasad, bienvenidos”. Y cuando prendió la luz no lo podíamos creer. La cantidad de piezas, instrumentos, muebles que había ahí… Incluso había reproducido la carrocería de un antiguo Ford a escala real… todo en madera y con técnicas tradicionales. Pasamos muchas horas hablando con él; nosotros muy atentos escuchando sus curiosas historias y supongo que él contento de que dos veinteañeros le prestaran un poco de atención. “Intento que la juventud haga algo, a veces les enseño un poco aquí en el taller, hablo con ellos, pero parece que nos les interesa nada… y esta manera tradicional de trabajar la madera la vamos a perder cuando yo me vaya”.