Por Daniel Millán y Octavio Barrera

Nuestro objetivo de recorrer y enseñar los rincones más singulares de Canarias tenía algo más de dificultad en las islas capitalinas; están más exploradas y hay más información sobre ellas. Aun así, siendo Octavio local de Gran Canaria, pudimos adentrarnos en lo más profundo de esta isla tan diversa.

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Al llegar, nos reunimos con Manolo Cabezudo para compartir experiencias; él junto a Zalo Cruz, había realizado el mismo itinerario por Canarias pero enfocado a rutas de senderismo en su proyecto Canary Islands end-to-end. Manolo se ofreció a acompañarnos algunos días, nos llevó a picar algo a “Ca ’Juana” en Moya, conocer Artenara, patear por los montes de Tamadaba y finalmente, conocer las cuevas que regenta en Acusa Seca (El Warung Hostel). Esta fue la única noche que decidimos dormir fuera de la caravana en nuestros cuarenta días de travesía. “Chicos, las vistas que tendréis aquí por la mañana serán espectaculares”, nos comentaba Manolo. Y así fue, salió el sol temprano y entendimos de lo que hablaba.

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Aprovechando que estábamos por allí, pudimos conocer diferentes oficios tradicionales. Como Tino, que continúa trabajando la hoja de palma, Teresa y Juan, que fabrican queso de cabra artesanal o Mari de Lugarejos, una de las pocas alfareras que sigue cociendo sus piezas en una hoguera al aire libre, una técnica ancestral casi en extinción.

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Después, decidimos bajar a la costa para visitar la Punta de Arucas, lugar que nos había recomendado Manolo previamente. Allí se mantiene un pequeño asentamiento de edificaciones autoconstruidas que cuenta con muy pocos vecinos. Juan es uno de ellos; nos invitó a conocer su casa: “Esto lo he ido haciendo yo con materiales que tira la gente”. Nos contó que el ayuntamiento le había echado una mano: “Todo lo que hace el ser humano, tiene un mantenimiento, si no, se desmorona”. Creo que ambos coincidimos en el parecido de sus construcciones con las de César Manrique y poco después, nos confesó que había trabajado con él cuando tenía 28 años.

Para terminar nuestra ruta en la Isla nos dirigimos al norte para conocer a los Cardona, padre e hijo involucrados en el mundo del plátano desde hace años: “Antes se vivía de las tiendas pequeñas, la gente tenía su casa arriba y la tiendita abajo. ¡Ahora no hay! El autónomo no vive… Si se hubiera cooperado entre todos, no nos habrían comido las grandes superficies” nos contaba uno de ellos indignado.