Por Álvaro Morales

Suele decirse que El Hierro vive de espaldas al mar, que es una isla encantadora pero con menos costa en comparación con otras. Por supuesto, lejos queda la relación por ejemplo con Fuerteventura o las comarcas sur de Tenerife y Gran Canaria, pero quien no haya ido y acuda con este prejuicio a la Isla del Meridiano se llevará una grata sorpresa a poco que indague y baje hasta oler, tocar y sentir el Atlántico. Aunque hay muchas más zonas para romper el errático tópico, una de las más espectaculares, enganchadoras y contundentes se llama Charco Azul, se ubica en la no menos impresionante zona de El Golfo, al norte, y sintetiza como pocas piscinas naturales de Canarias cómo la naturaleza, los caprichos de la lava y su conjunción final, milenios después, con el pujante océano regala, de vez en cuando, lugares de ensueño como este.

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El Charco Azul herreño rivaliza nominalmente con su hermano de La Palma, pero para muchos y sin minusvalorar para nada el palmero, otra de las perlas de este tipo en el Archipiélago, el situado en El Golfo es digno de acuarela, de película, de volver y volver y, sobre todo, de disfrutar al máximo. Llegar a él resulta relativamente sencillo. Basta con ubicarse en el casco histórico de La Frontera, en el centro de El Golfo y tomar la vía que lleva de Tigaday a Los Llanillos. La señalización no suele confundir y pronto aparece la carretera que baja hasta la costa, donde se dispone de un espacio amplio para aparcar. Desde aquí, una escalera serpenteante muy placentera al bajar, aunque cuesta un poco más subirla (en torno a 8-10 minutos), va desvelando cada vez más el tesoro final. Además, lo hace mientras, si se levanta un poco la mirada a izquierda o derecha, se vislumbra también la escarpada, volcánica y espectacular costa norteña de El Hierro, tanto hacia el Noreste, con los emblemáticos Roques de Salmor presidiendo la vista, como hacia el Noroeste, con El Pozo de Sabinosa, Arenas Blancas y la parte volcánica más antigua de la Isla camino de la playa El Verodal, de sorprendente arena roja caída de la montaña y acantilado anexos tras las excavaciones mineras del pasado.   

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Al llegar al Charco, enseguida comprobamos que tenemos diversas opciones. Incluso, y si el habitual y potente océano da una tregua, hasta bañarnos a mar abierto, aunque lo que hay antes contiene sobrantes atractivos como para conformarse. Quién dice conformarse: sorprenderse, al máximo. De verdad. Si bien se carece de amplios servicios, sí se cuenta con un solárium de madera y un charco abierto de grandes dimensiones, complementado con otros menores en los que hay garantía de sol en gran parte del año. No obstante, y una primera ojeada lo deja más que claro, la perla auténtica, la que no se olvida, la que hace que las manos se vayan instintiva e inmediatamente a las cámaras de fotos o al móvil para inmortalizarla (de hecho, se trata de una de las postales tradicionales de las Islas) es el increíble charco situado a la derecha si se mira al horizonte. A ese horizonte por el que tantos herreños y canarios miraron para emigrar. Ahora ya no hace falta la triste huida y sí se puede disfrutar tranquilamente de una piscina natural con una bellísima cueva volcánica, protegida por un roquete desde el que hacer lanzamientos de cabeza o de cualquier tipo a distintas alturas y unas aguas que parecen dibujadas si están empozadas, con unos tonos turquesas o verdes, unas rocas en el fondo que dan ganas de abrazar, y unos claroscuros y zonas con gran irradiación del sol que componen un crisol marcador, de síntesis con la naturaleza, simplemente mágico.

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Si el mar sube o se mueve bastante, resultan habituales las cascadas naturales por las zonas de entrantes, si bien conviene extremar la precaución con océano furioso. Sin embargo, durante gran parte del año este charco es apto para toda la familia y, con sus colores, contrastes, múltiples opciones de baño, tranquilidad pese a ser una visita asidua y sus infinitas y caprichosas formas volcánicas no deja lugar a ambigüedades o dudas: hay que apuntarlo entre las excursiones obligadas en El Hierro, incluso para repetir pronto y pasarse muchas, pero que muchas horas de magia natural.

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