Por Carlos Fuentes

Ahora estrena Kiki, el amor se hace con Paco León, La punta del iceberg con Maribel Verdú y la obra de teatro Incendios junto a Mario Gas y Núria Espert. Y ya prepara la película Gernika. Mucho más que una cara bonita, con los pies bien anclados al suelo, el intérprete isleño defiende la valía del cine español: “Aquí se nos critica mucho, pero así es España. Fuera se nos quiere”.

¿Está satisfecho con el rumbo de su carrera?

 

Tienes que tener claro qué quieres, porque los actores hacen todo el rato funambulismo. Una cosa es lo que quieres, lo que te ofrecen y lo que puedes hacer. Si tienes psicología y buena visión de la vida, casi todo se puede hacer. O al menos intentar. Y te das cuenta de que no necesitas tanto para vivir para hacer lo que realmente quieres. Hay que estar en ese fino equilibrio para hacer lo que uno quiere y por lo que uno está lejos de su tierra, sin pasarte de listo. Respetando siempre lo que los demás decidan. Estoy contento con mis decisiones porque vivo de lo que me gusta y eso para mí es todo. El resto son añadidos. Siempre quise levantarme cada día, disfrutar la vida y pensar en mi trabajo. Y eso hago.

 

¿Se siente ya asentado como actor?

 

No. Y no sé si llegará algún día ese momento. Si tienes la cabeza abierta y buscas cosas nuevas, nunca encontrarás tu tope. Cuando empiezas a hacer comedia ves que hay tipos de comedia diferentes y que no controlas ninguno. Igual con el drama, hay muchos tipos diferentes de drama. Cuando haces teatro, igual. Hay un universo enorme y, por fortuna, yo no me pienso aburrir nunca ni darme por satisfecho, aunque ahora estoy muy feliz.

 

¿Cuál ha sido su referencia en la actuación?

 

Cuando me fui a Madrid me gustaba mucho Ricardo Darín y me sigue gustando, porque sigue tomando buena decisiones. Quizá muchos no lo sepan, pero él comenzó haciendo todos los culebrones del mundo y en España, donde somos muy prejuiciosos, lo hemos convertido en un dios. En muchas de sus entrevistas lo tratan de galán no por los trabajos que hace ahora, sino porque se crió siendo galán de telenovela y eso demuestra que es un grande y que cada uno es dueño de su carrera y de su futuro. También me gusta Óscar Jaenada, un actor con su personalidad por encima de todo. Son buena gente y buenos actores que no intentan pisar a nadie, algo que yo pensé que no iba a encontrar en esta profesión. Aunque hubo un momento en el que pensé que todo el cine era una mierda y que estaba rodeado de tiburones que solo pensaban en morderme la cola.

 

¿Porque para ser un buen actor primero hay que ser buena persona?

 

Sí, sí. Buena persona se elige, pero tienes que saber ser buena persona. Has de saber que puedes ser buena persona y mala persona, y luego cada uno que elija. Pero el que sabe eso tiene muchos ingredientes para ser buen actor. Ser generoso, por ejemplo. Luego están los tocados por la varita, uno de cada veinte, que nos hacen mucho daño porque hacen ver al resto que eso es así, pero esos son mágicos. Camaleones con patas que transmiten y te engañan como nadie. Entre los actores que debemos currarlo creo que, cuanto mejor persona seas y más sepas sobre ti, mejores serán tus personajes.

 

¿Tiene miedo a un encasillamiento profesional?

 

No. Y coincido con la mayoría de amigos que tengo en el cine. Pero también es cierto que hay quien simplemente quiere hacer personajes, montar una tienda de ropa, hacerse mil fotos al día y subirlas a Instagram. Con eso es feliz, y no es criticable. Pero no es lo que quiero. Me gustaría que no me reconocieran en los personajes, que vieran al personaje. Cuanto más se alejan los personajes de mí, más me cuadran para afrontar un proyecto.

 

¿Y cómo vive un actor al alza ese fuego fatuo de las redes sociales?

 

Debes ser solidario, porque muchos de los que están enganchados a las redes sociales realmente lo están sufriendo. Yo intento aceptarlo aunque con mis amigos marco límites. En reuniones, por ejemplo, pido que dejen los móviles en la mesa. Aunque sea un día de máximo trabajo, hay que saber diferenciar porque la vida no era eso. Había otra vida antes de pensar siempre en “me van a llamar”. Con mi gente soy radical y también dejo que lo sean conmigo porque, como es la enfermedad de nuestra generación, yo a veces también soy un enfermo. Y a veces me borro del móvil y hago limpia, aunque por otra parte me parece interesante que seamos nuestra propia empresa y podamos mostrar al mundo lo que generamos. Y ahí está el peligro que tiene para los actores porque, como somos contadores de historias, tú también tienes tu propia arma para contar historias al instante y con feedback inmediato.

 

¿El cine español es lo que se esperaba?

 

Hace unos años estuve decepcionado, pero no era la misma persona que soy ahora. Entonces mi visión era de decepción porque había puesto muchísimo más en el cine de lo que realmente era. Pero el cine no va a salvar la vida a nadie, ni es tan malo. Está en la percepción de cada uno. Ahora me apasiona, hay cine que ni llega a salas pero emociona. Todo lo que está expuesto a la opinión del público no es más que la proyección que ese público haga en ello. El cine español está dañado por la gran campaña de marketing que políticamente se nos ha hecho a la contra, quizá por hablar tanto, pero en lo artístico está en su mejor momento. Nuestro cine está muy bien y fuera se nos quiere mucho. En Los Ángeles comprobé que al cine español se le quiere más que a España. Estamos en una fase creativa maravillosa, pero habrá siempre críticas porque si no, esto no sería España.